El resucitador
FINEl bueno de Juan nunca había sido muy listo. Se pasaba el día en el pequeño taller que había improvisado en el jardín de su casa, a la sombra de la misma encina bajo la que habían enterrado a su pobre madre. Siempre que yo pasaba por allí, el muy desdichado salía a saludarme, y me contaba entusiasmado que estaba construyendo un “resucitador”. Pobre muchacho, pensaba yo, malgastando su vida en algo imposible. Pero entonces vi aquella mano, huesuda, emergiendo de la tierra y meneándose en el aire hacia mí... Huelga decir que no me paré a devolverle el saludo.
El microrrelato "El resucitador" por Óscar Gende Villar, así como todo el contenido de este post, se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.